martes, 8 de febrero de 2011

Ráfagas, parpadeos: 666 Ráfagas soplan en 6 parpadeos

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Imposible perderse esta recopilación de nada menos que 666 microficciones elaboradas por Heliconia y escritores amigos del grupo.


Ráfagas, parpadeos: 666 Ráfagas soplan en 6 parpadeos

jueves, 20 de enero de 2011

Madrugadas mínimas (tuits trasnochados)

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Vida conjugada: Tenía presente que los errores del pasado habían hipotecado su futuro. Por imperativo legal, estaba en libertad condicional.

El botánico dejó escrito en su epitafio: "Bonitas flores. Lástima no poder contemplarlas desde aquí abajo".

No existen verdades absolutas. Aunque esta afirmación corre el riesgo de poder ser o no del todo cierta.

—Déme una oportunidad —pidió a la dependienta, durante las rebajas.

Nunca encontré mi camino, hasta que apareciste tú para indicármelo, advirtiéndome que lo tomara y no volviera nunca más.

Gritos ahogados salían del cuadro cada noche. Durante el día ella seguía posando, manteniendo la sonrisa fingida con la que fue retratada.

Si en el Universo no existen otros planetas con vida inteligente, entonces todo es un atrezzo para que no nos sintamos tan solos.

Fue amor a primera vista, tu silueta sobre la cortina.

El hombre lobo y la mujer loba dormían en camas separadas en las noches de luna llena.

No hay veranos en tu corazón de hielo.

Cuando desperté, había dejado atrás mis sueños. Viajaba, en avión.

Su mente tenía brillo, pero le fallaban el color y el contraste.

En nuestra vida todo rodaba bien por entonces. Vivíamos en un remolque.

—No estoy nada de acuerdo con su postura —dije al profesor de yoga cuando éste intentaba que yo pasara mis piernas por detrás del cuello.

Cuando Gulliver pudo darse cuenta de su error, ya era demasiado tarde para apagar la aspiradora.


viernes, 7 de enero de 2011

Desacompasados

Oriental Pages, Page 24 by malikanas

—Ti-ti-ti-tic taac —se escuchó, en el silencio de la noche, en la relojería del señor Matías Uhrmacher.
—¡Retrasado! —gritó, entre enormes carcajadas, el viejo carrillón inglés del siglo XIX, que tenía fama de no haber variado un solo segundo desde el día de su fabricación.
—¡Leeeento! —exclamó, también entre risas, el reloj de pared que había cerca de la entrada de la relojería, y que el señor Uhrmacher guardaba como una de las joyas de su colección privada. Por él había recibido muchas ofertas de otros coleccionistas, pero ahí seguía, en el mismo lugar, desde que el bisabuelo de Matías fundara el negocio familiar.
Y es que Horace Rolex era la oveja negra de la familia. De hecho, sus padres no habían querido saber nada de él desde que salió de la fábrica de Ginebra dos años antes. Horace, más que dar la hora, sólo daba problemas. Siendo una pieza valiosa, por su afamada marca y su chapado en oro de 18 kilates, había tenido varios compradores, que invariablemente lo devolvían a la tienda del señor Uhrmacher en cuanto observaban que, tras dos o tres días de funcionamiento, su retraso horario era más que considerable.
La relojería acababa de cerrar, y Horace pasaba su primera noche en el cajón de los relojes averiados. Le molestaba estar en aquel lugar oscuro y apartado de los demás. Pero, cuando su vista se hubo acostumbrado a la oscuridad, se dio cuenta de que algo iluminaba el cajón. La esfera fosforescente de Eva Longines proporcionaba la suficiente luz como para que Horace pudiera contemplar las curvas del hermoso reloj de pulsera femenino.
—Ti-ti-ti-ti-ti-tic taaa...tac —saludó Horace, algo más nervioso de lo habitual.
—Tic tacatacatac —respondió Eva, en un tono amable que enseguida conquistó el corazón de Horace, que supo ver inmediatamente que ella también era diferente.
Esa noche apenas durmieron. Conversaron en voz baja, para evitar la mofa de aquellos grandes relojes engreídos en su perfección.
Apenas se habían dormido cuando escucharon llegar al señor Uhrmacher, que levantaba la persiana metálica del negocio con gran estruendo. Poco después de haber entrado en la tienda, y tras colocar en sus estanterías algunos relojes que había recibido a última hora de la tarde anterior, ambos sintieron que el relojero abría el cajón y los tomaba entre sus manos. Lo que iba a pasar después fue algo que Horace no iba a olvidar en el resto de su vida. El relojero fue desnudando a Eva, dejando la tapa de su caja de acero por un lado y el resto de su maquinaria por otro. Horace pudo contemplar a su compañera hermosa, con sus bellos engranajes mostrándose en todo su esplendor, el suave brillo de su cristal perfectamente pulido, y las saetas esbeltas y gráciles marcando las dos menos diez, que a él se le antojaron como una sonrisa.
Pero pronto le iba a tocar el turno a Horace, y entonces sintió pudor ante su compañera. Ella volvió a mostrar su mejor cara, con una sonrisa burlona de tres menos cuarto. Pero él, tímido y lleno de vergüenza, solo pudo poner cara de cinco menos veinte.
El relojero, tras comprobar minuciosamente el mecanismo de ambos, pensó en voz alta:
—Chicos, lo que os ocurre no es mecánico. Es psicológico. Creo que esto es trabajo de terapia. Habrá que probar con El Metrónomo.
Y así fue. El señor Uhrmacher desapareció en la trastienda, y al poco rato regresó con un metrónomo que había pertenecido a Johann Strauss, y con el que había medido el compás de alguno de sus valses más reconocidos. Lo programó a sesenta golpes por minuto y lo dejó a solas con Horace y Eva.
—Clap-clap-clap-clap... —insistía marcadamente El Metrónomo, como un profesional que sabe hacer bien su trabajo.
—Ti-ti-ti-tic taa-aac —trató de imitar Horace, sin conseguirlo.
—Tic ta...ta...taaaac —terció Eva, sin lograr llevar el ritmo.
—¡No, chicos! —dijo El Metrónomo, en un tono que pareció malhumorado—. Tenéis que olvidar todo lo que habéis aprendido hasta ahora y concentraros. Clap-clap-clap —repitió machaconamente.
—Tiiic-tac —repitió Horace.
—Tic-tac, tic-tac —pronunció esta vez Eva, arrancando la aprobación de El Metrónomo y la admiración de Horace.
Pasaron varias sesiones hasta que ambos corrigieron su marcada tartamudez. Pero, desde entonces, se ganaron el respeto de los demás relojes de la tienda del señor Uhrmacher.
Tres meses después, un rico banquero ginebrino acudió a la relojería para hacer un regalo de bodas a sus mejores amigos. Desde entonces, Horace Rolex y Eva Longines lucen en las muñecas de una joven pareja de enamorados de Berna. Y, según he podido escuchar, ellos también lo están.

domingo, 7 de noviembre de 2010

De vuelta

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Detalle del tríptico "Tengo cabeza, pies y manos", de Manuel Pérez Báñez


Una paloma blanca emerge de la chistera de piedra. Se declara inaugurada la estatua del famoso mago.

Desencuentro:
—¿Subes o bajas?
—Bajo si subes, subo si bajas.

El exorcismo de mi hermana pequeña funcionó. Ahora todos estamos endemoniados, y ninguno de nosotros nota la diferencia.

El psiquiatra logró curarme. Ya no me siento perseguido por mi sombra: ahora avanza más rápido que yo.

De mis cinco sentidos, me quedo con el tacto de tu piel.

Hubo tiempos en los que el hombre era un lobo para el hombre. Ahora es hombre para el hombre, lo que resulta bastante más temible.

No necesitaba pedigrí. Para saber que era un pekinés auténtico, me bastó oírle ladrar en perfecto mandarín.

—No son gigantes, señor, que son molinos. —Ya lo sé, Sancho. Pero tenemos que escribir la historia.

Escribimos sobre el fracaso, porque el éxito no se nos antoja nada poético.

Sonaba más lastimoso el eco que el lamento.

El crucero para reconciliarnos resultó un éxito. Cada uno de nosotros encontró nueva pareja.

—Estoy harta de esta dieta —se lamentaba la zorra. Mientras, el abad seguía empeñado en mantener vivo el espíritu del palíndromo.

Robé el aire de la tarde, para que pudieras disfrutar de su brisa allá donde estuvieras.

En mi huida del miedo, éste corría más que yo. Cuando me giré, pude ver que a ambos nos perseguía el pánico.

Se sintió vulnerable y desnuda. Siempre había sido una incógnita, hasta que los ojos del matemático se posaron sobre ella.

"El espacio es curvo", afirmaba Albert Einstein. Y yo lo confirmo, cuando veo cómo el aire se ciñe a tu cuerpo.

Nunca fui capaz de dar un "no" por respuesta. Siempre lo di antes de que me preguntaran.

jueves, 13 de mayo de 2010

Encuentros fortuitos


Efecto contrario
Con la edad te irás volviendo menos reflexivo —decía el espejo de la tienda de antigüedades a otro recién llegado.

Predestinados
Nacemos con una condena a muerte, sin fecha de ejecución.

Regreso
El mundo iba por entonces tan deprisa, que los que viajábamos hacia el futuro aparecíamos en el pasado.

Fuera de mí  
Desde que perdí el control, no he podido cambiar el canal de televisión.

Apariencias  
Ocupaba un lujoso ático. Sus posibilidades vivían en la planta de abajo.

Atónitos 
El cine sonoro dejó mudos a sus primeros espectadores.

Penoso incidente   
Pisé mi alma. Se me acababa de caer a los pies.

Un clásico
Charles Dickens creó un personaje que se caracterizaba por sus sentencias breves. Lo llamó Oliver Tuit.

Mal sueño
"Qué pesadilla tan realista", fue lo último que pudo pensar antes de ser devorado por las escaleras mecánicas de los Grandes Almacenes.  

Niebla
Bajo el sol implacable del desierto, descubro que los espejismos no son más que pensamientos evaporados de otros náufragos, como yo. 

Congelado en el tiempo
Años después, regresé al hogar familiar. Todo parecía estar en su sitio. Incluso mi reflejo seguía intacto, en el espejo del dormitorio.

Extraña personalidad
Cuando me enfado, ladro y gruño como un perro. Nada extraordinario hasta aquí, si no fuera porque soy un hamster.

  

  Imagen: Kazumasa Nagai - Bird

viernes, 12 de marzo de 2010

Minificciones de Ficcionario

Gustav Klimt - El Árbol de la Vida

Hilo argumental
La aguja acababa de despertar en el costurero. Abriendo su único ojo, pudo contemplar con horror que el alfiler había perdido la cabeza.

Extinción
El día que desapareció el último ser humano, no hubo nadie para ponerle flores. En cualquier caso, ya no había flores para ponerle a nadie.

Está claro
El humor negro no se entiende bien en la oscuridad.

Cosas de familia
—Madre, llévame al parque.
—Hijo mío: eres un alcornoque. Y ya vivimos en un parque.

Apetito
Cuando el hambre se juntó con las ganas de comer, su descendencia resultó insaciable.

Cita a ciegas
Nuestras sombras se dieron cita en la penumbra.

Mini
En la Biblioteca de Liliput sólo era posible encontrar libros de microrrelatos.

Fallo de cálculo
Dios no sobrevivió a la Gran Explosión.

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Publicadas en Ficcionario

martes, 15 de diciembre de 2009

Cuenta regresiva



39 - Música campestre
Dos hojas caían de un árbol a merced de la brisa, siguiendo un movimiento de vaivén que se antojaba el de las manos de un director de orquesta.
Los pájaros que lo observaban no tardaron en interpretar la melodía.

38 - Tecnoilógico
Desde el espacio recibimos un mensaje en código que revelaba los últimos secretos del universo. Siglos después nuestra tecnología fue suficiente para que los descubriéramos por nosotros mismos. Eso sí: seguimos sin saber qué demonios decía el código.

37 - Mensaje oculto
La inspeccioné bajo todos los ángulos, sin encontrar el mensaje fijado al cuerpo del cansado animal.
Poco después, la paloma comenzó a picotear sobre la mesa. Lo hizo hasta que pude reconocer las secuencias de puntos y rayas.

36 - Solución de urgencia
El oráculo me dijo que visitara a una pitonisa. La pitonisa, a una echadora de cartas. Ésta me aconsejó a una quiromántica. Finalmente, cansado de dar vueltas, me decidí por llamar a una vidente por teléfono.

35 - Mala memoria
Millones de años después, Dios recordó que había creado un planeta habitado en un rincón perdido de la Vía Láctea. Cuando quiso comprobar cómo funcionaban las cosas en ese lugar, sólo encontró polvo y olvido.

34 - Desde la oscuridad
Pese a que se había herido ambas manos, el maestro de sombras chinescas no quiso suspender su actuación. Ese día todos pudimos ver cómo los cuerpos de sus personajes aparecían, desgarrados, entre las sombras.

33 - Oui ja ja
Iniciamos la sesión espiritista para contactar con el más allá. Comienzan a llegarnos sonidos y palabras ininteligibles. Tratamos de aguzar el oído y prestar más atención. Entonces descubrimos que la médium es tartamuda.

32 - Plato caliente
Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. Pero yo se lo pasé por el microondas hasta que estuvo hirviendo, para que además se quemara la lengua al probarlo.

31 - Tiempo extra
Proust vivió unos días más de lo que dicen sus biógrafos. Buscó dentro de su reloj de bolsillo y, entre los engranajes, encontró fragmentos del tiempo que se le había perdido.

30 - Indigestión
Los artistas del Gran Circo estaban preocupados. El león hacía semanas que había enfermado y hubo que suspender las actuaciones.
Dicen que no había podido digerir la muerte del domador.

29 - Agasajado
Le hicieron una gran fiesta de despedida. Lo pasaban tan bien que no veían el momento de bajarlo. Hacía rato que la fosa estaba abierta y las cuerdas atadas.

28 - Ecología divina
Él no podía considerarse un buen dios si no trataba de adaptarse a los cambios. Comenzó sustituyendo algunas luces del final del túnel por lámparas de bajo consumo.

27 - Enfermedad laboral
Lo que más teme de su trabajo un empleado del subsuelo es la hora a la que finaliza. Entonces tiene que volver a subir a las calles.

26 - ¡Corten!
Durante el rodaje, el director de escena tuvo que dar órdenes para que retiraran aquel llamativo sillón rojo del plató. Había estado todo el tiempo sobreactuando.

25 - Pánico sofocado
Desde la entrada a la fortaleza salían gritos de terror conforme se acercaban aquellos bárbaros armados a caballo. El puente levadizo le tapó la boca.

24 - Funcionamiento correcto
Sonó el timbre. Miró y sólo vio un dedo pegado al interruptor. El exterminador de visitas había funcionado tal y como prometía la publicidad.

23 - En el muro
Siempre había asumido los acontecimientos familiares mirando a la vida de frente. Era un retrato de antepasado, colgado en la pared del salón.

22 - Realidad y ficción
La única diferencia entre la biografía y la novela es que los personajes reales sí que cometen actos que nadie podría creer.

21 - Capacidad de adaptación
Poco a poco nuestras ciudades se han ido inundando. Comenzamos a usar cartas de navegación para desplazarnos cotidianamente por las calles.

20 - A mano armada
Cuando lo acorralaron durante el robo al Museo, decidió tomar un lienzo como rehén, apuntando a la sien del retrato.

19 - El mapa de la vida
Cuando nacemos nuestra piel es como un planisferio. Con el paso de los años, el mapa va adquiriendo relieve.

18 - Punto de partida
La ignorancia es la madre de todas las ciencias. A partir de ella, se puede aprender cualquier cosa.

17 - Irrefutable
Del sueño me traje una prueba, para saber que lo que estaba ocurriendo no era un sueño.

16 - Ciudad sitiada
Cedió tras el asedio, entregándole las llaves de la ciudad. Una vez fuera, cambió la cerradura.

15 - No entendí la broma
Sus matones se reían a carcajadas, cuando el sicario me dio el tiro de gracia.

14 - La estrategia del avestruz
Cuando una estrella fugaz pierde sus ilusiones, busca desesperadamente un agujero negro donde esconderse.

13 - Previsible
Olvidé lo que iba a decirte. Aún así, tú ya me habías entendido.

12 - Mudo
Siempre he preferido el ruido, porque el silencio no me dice nada.

11 - Aterrizaje forzoso
Hacía tiempo que al aviador se le había perdido la pista.

10 - Robo en cadena
Mientras el barco atracaba, aprovechó para desvalijar a los pasajeros.

9 - Atuendo correcto
El cuentacuentos siempre iba a su trabajo pulcramente encuadernado.

8 - En la vía
Nuestras miradas se cruzaron a nivel, sin barreras.

7 - Buen recibimiento
En el infierno tuve una cálida acogida.

6 - Pago bien
Compro cuota de pecados no cometidos.

5 - Fama
El suicida sólo buscaba la inmortalidad.

4 - Anuncio breve
Se busca razón perdida.

3 - Día de campo
¡Malditas estas termitas!

2 - Microficción redonda en dos palabras
Círculos concéntricos

1 - ¿Promesa o amenaza?
Volveré

Publicado en Ráfagas y Parpadeos, blog en el que podéis leer excelentes cuentas regresivas y una infinidad de microficciones.

Imagen: Fernando Botero "Hombre con perro"

miércoles, 4 de noviembre de 2009

A flor de piel

No usaré lápiz ni papel. Para escribir poemas, ¿qué mejor superficie que tu cuerpo?

Despertares

Extraños sonidos salían esta mañana a través de las alcantarillas. La ciudad aún estaba despertando. Bostezaba.

Nunca falla

No hay que darle cuerda ni ponerlo en hora. Para la gallina, el gallo es un despertador bastante fiable.

Papiroflexia

La pajarita encontró empleo como azafata, en un avión de papel.

Nacer, vivir, morir

La vida es un camino que podemos recorrer en infinitas direcciones, pero en un único sentido.

Negando el dicho

Nunca me ahogué en un vaso de agua. Sólo hubo tentativas de naufragio.

Urnas

Las cárceles del alma no tienen barrotes de hierro, sino paredes de cristal traslúcido.

martes, 6 de octubre de 2009

Colaborador

Di la clave en la investigación policial. Era un complicado caso de robo que, de otra manera, jamás se hubiera resuelto.
Fui a entregarme.